Salud masculina: más allá de la sexualidad, el cuidado integral del cuerpo y la mente
La salud masculina va mucho más allá de los exámenes…
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La salud masculina va mucho más allá de los exámenes urológicos. Implica un cuidado integral del cuerpo y la mente, desde la prevención de enfermedades crónicas hasta el mantenimiento de la salud sexual y reproductiva. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los hombres viven, en promedio, de 5 a 7 años menos que las mujeres, y gran parte de esta diferencia se asocia con una menor búsqueda de atención médica y hábitos de vida menos saludables.
En Brasil, datos del Ministerio de Salud muestran que los hombres representan aproximadamente el 70% de las muertes por causas externas, como accidentes y violencia, y presentan una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
Promover la salud masculina, por tanto, significa fomentar el autocuidado, el diagnóstico precoz y el seguimiento médico regular, actitudes fundamentales para mejorar la calidad y la esperanza de vida.
A continuación, abordaremos un tema esencial de la salud masculina, pero que aún se discute poco: la salud sexual. Explicamos su importancia para orientar acciones de prevención y diagnóstico, su impacto directo en la calidad de vida y por qué debe tratarse de forma amplia y multidisciplinaria.
La salud sexual masculina se refiere al bienestar físico, emocional y social relacionado con la sexualidad, y no solo a la ausencia de enfermedad o disfunción. Incluye la capacidad de mantener relaciones sexuales satisfactorias, el control sobre la reproducción y la ausencia de coerción, violencia y discriminación (1). Promover la salud sexual es fundamental para el bienestar general y la calidad de vida.
Las disfunciones sexuales masculinas son frecuentes y afectan no solo la vida íntima, sino también la autoestima y las relaciones interpersonales. Entre las principales disfunciones sexuales se encuentran:
La disfunción eréctil se caracteriza por la incapacidad persistente de lograr o mantener una erección adecuada para una relación sexual satisfactoria (2). Es una enfermedad común y multifactorial, resultado de factores orgánicos y/o psicológicos, que afecta significativamente la calidad de vida del hombre (3).
La eyaculación precoz ocurre cuando la eyaculación se produce de forma persistente antes de lo deseado durante la actividad sexual, causando malestar personal o impacto en la relación. Afecta aproximadamente al 30% de los hombres y se considera la disfunción sexual masculina más común (5, 6).
Las alteraciones en la función sexual pueden incluir reducción del deseo, anorgasmia o cambios en la eyaculación. Deben investigarse cuando son persistentes y afectan la calidad de vida (4).

La salud del hombre debe entenderse de manera amplia e integral, yendo mucho más allá del ámbito sexual. En cada etapa de la vida, diferentes aspectos clínicos requieren una atención específica.
Durante la adolescencia, es fundamental abordar cuestiones de salud mental, prevención de conductas de riesgo, sexualidad y reproducción, además de la vacunación, incluida la inmunización contra el VPH. La orientación sobre consentimiento y prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS) también es clave.
Según la American Academy of Pediatrics, el seguimiento pediátrico debe incluir conversaciones sobre el desarrollo puberal, el comportamiento sexual, la prevención de ITS y embarazos, así como aspectos psicosociales y el consumo de sustancias (9, 10).
En la vida adulta, el cuidado de la salud masculina debe ir más allá de la función sexual e incluir la vigilancia de factores cardiometabólicos, como hipertensión, diabetes y dislipidemia, además de obesidad, trastornos del sueño y hábitos de vida como el tabaquismo, el consumo de alcohol y el sedentarismo. Las disfunciones sexuales, como la disfunción eréctil, pueden actuar como señales tempranas de enfermedades cardiovasculares y metabólicas (11, 12).
La evaluación prostática también es importante, incluyendo el tamizaje de la hiperplasia prostática benigna y del cáncer de próstata, especialmente a partir de los 50 años (13, 14).
La fertilidad masculina es otro indicador relevante de salud general. El análisis del semen puede reflejar la influencia de factores ambientales y conductuales, y las alteraciones en la espermatogénesis se han asociado con un mayor riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares, funcionando como un marcador temprano de desequilibrio sistémico e incentivo para adoptar hábitos más saludables (15).
Un enfoque integral de la salud masculina debe incluir el tamizaje de cánceres urogenitales, la investigación de hipogonadismo, el monitoreo de la salud ósea y la atención a la salud mental y social.
Actualmente se reconoce que los patrones de comportamiento y autocuidado establecidos desde la juventud influyen directamente en la calidad y la esperanza de vida del hombre (12, 16).
Estudios internacionales indican que entre el 39% y el 61% de los hombres adultos no realizan consultas médicas regulares ni chequeos anuales, incluso en países con fácil acceso a la atención primaria (17).
En general, los hombres utilizan menos los servicios de salud que las mujeres, tanto para cuidados preventivos como para la búsqueda de atención ante síntomas, y esta diferencia se observa en diversos grupos etarios y contextos socioeconómicos (18, 19).
Esta baja adhesión está fuertemente asociada a factores psicosociales y culturales, como el estigma, las normas de masculinidad que valoran la autosuficiencia y la resistencia a mostrar vulnerabilidad (20–22).
Entre las principales barreras se encuentran el miedo a descubrir enfermedades, la baja percepción de riesgo, la vergüenza, la influencia social y las creencias culturales que asocian el cuidado de la salud con la debilidad. Barreras prácticas como el costo, la distancia, la calidad del servicio y los horarios poco accesibles también dificultan la búsqueda de atención, especialmente entre los jóvenes y trabajadores (18, 23).
Estos factores contribuyen a retrasos en la búsqueda de atención, al autodiagnóstico y a la automedicación, afectando negativamente la detección precoz y el manejo de enfermedades crónicas y agudas (20, 24).
Diversas estrategias han demostrado ser eficaces para aumentar la adherencia de los hombres a la atención médica:
La adaptación según la edad es esencial: los hombres jóvenes suelen enfrentar más barreras psicosociales, mientras que los mayores tienden a adherirse mejor a las prácticas preventivas (29, 30).
La evidencia refuerza que romper el estigma y promover el autocuidado son pasos fundamentales para mejorar los indicadores de salud masculina (31).
Promover la salud masculina requiere un cambio de paradigma: reemplazar el modelo centrado solo en la enfermedad por una visión preventiva, multidimensional y libre de estigmas.
Cuidar la salud es un acto de responsabilidad, con uno mismo y con quienes se ama.
Para promover un cuidado integral de la salud del hombre, SYNLAB ofrece desde exámenes hormonales y pruebas de PSA hasta paneles genéticos que ayudan en la prevención y el diagnóstico precoz de condiciones como la infertilidad y el cáncer de próstata.
Se utiliza como herramienta para distinguir a los pacientes con alto riesgo de desarrollar cáncer de próstata de aquellos con afecciones prostáticas benignas, especialmente recomendado para hombres mayores de 50 años con valores de PSA total entre 2 y 10 ng/mL que no presentan signos de cáncer en el tacto rectal.
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Mantener hábitos saludables es la base de una buena salud sexual. Esto incluye realizar actividad física con regularidad, dormir bien, tener una alimentación equilibrada, controlar enfermedades crónicas (como la diabetes y la hipertensión), reducir el consumo de alcohol, evitar el tabaco y buscar apoyo psicológico cuando sea necesario.
Además, la comunicación abierta con la pareja y el seguimiento médico regular marcan la diferencia.
No existe una edad exacta en la que disminuya el deseo sexual. Lo que ocurre es una interacción entre factores biológicos (como los niveles hormonales), psicológicos (ansiedad, depresión, estrés) y relacionales (conflictos o falta de intimidad). En algunos casos, la testosterona puede disminuir con los años, pero el deseo sexual depende de mucho más que solo la edad.
Entre los principales síntomas se encuentran: dificultad para lograr o mantener una erección, disminución del deseo sexual, eyaculación precoz o retardada, dificultad para alcanzar el orgasmo (anorgasmia) e insatisfacción en las relaciones sexuales.
Estos signos pueden indicar causas físicas, hormonales o emocionales que requieren una evaluación médica.
Si existe una dificultad persistente (durante más de tres a seis meses) para mantener una erección suficiente para la relación sexual —y esto genera malestar personal o problemas en la pareja— es importante acudir al médico. El profesional podrá investigar factores vasculares, hormonales, neurológicos o psicológicos.
Aunque es más frecuente en hombres mayores de 40 años, la disfunción eréctil está aumentando entre los más jóvenes. Las principales causas incluyen ansiedad de rendimiento, estrés, depresión, consumo de alcohol y drogas, obesidad, alteraciones hormonales y efectos secundarios de medicamentos. Estudios recientes también relacionan el aumento de casos con factores psicosociales y estilos de vida sedentarios.
La función sexual puede verse afectada por múltiples factores, como enfermedades sistémicas (diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y endocrinas); aspectos psicológicos (ansiedad, depresión, estrés, conflictos emocionales); medicamentos (algunos fármacos pueden interferir con la libido y la función eréctil) y estilo de vida (tabaquismo, sedentarismo, consumo de alcohol y uso de drogas recreativas).
El período refractario es el intervalo después del orgasmo durante el cual el hombre no puede lograr una nueva erección. Este tiempo varía entre individuos y tiende a aumentar con la edad: puede durar minutos en los jóvenes y horas en los hombres mayores. Hormonas como la dopamina, la prolactina y la oxitocina participan en este proceso.
Algunos estudios investigan si los inhibidores de la PDE5, como el tadalafilo, pueden reducir este intervalo, pero los resultados dependen de cada caso clínico.
Referencias Bibliográficas
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Disponível em: https://www.who.int/health-topics/sexual-health#tab=tab_1
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Disponível em: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK562253/?utm
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